Oración de protección contra enemigos manifiestos e invisibles
En la rutina diaria y en todos los ámbitos de nuestra vida, es esencial mantener la precaución ante ciertas personas que están cerca de nosotros o forman parte de nuestros círculos sociales. Pero, ¿quiénes serían estas personas merecedoras de nuestra cautela?
Con ello, nos estamos refiriendo a nuestros enemigos declarados, falsos amigos, pero tambien a los enemigos invisibles. No hablamos simplemente de individuos, sino de aquellos capaces de cualquier artimaña para alcanzar sus metas personales y profesionales, dispuestos a utilizar a los demás o a pisotearlos en su ascenso por la vida.
Como medida protectora muy poderosa y efectiva, nosotras conseguiremos apartar a estos enemigos y falsos amigos, y protegernos contra ellos, y para ello, te presentamos una oración de protección contra enemigos manifiestos e invisibles que puedes recitar a diario:
Oración de protección contra enemigos manifiestos e invisibles
Sagrado Corazón, fuente de amor y bondad, que la sangre de nuestro Señor Jesucristo se derrame en mi cuerpo hoy y siempre.
Me revestiré y armaré con las armas de San Jorge, para que mis enemigos, aunque tengan pies, no me alcancen; con las manos, no me hieran; con los ojos, no me vean, y sus pensamientos no puedan causarme daño.
Que las armas de fuego no alcancen mi cuerpo, que cuchillos y lanzas se quiebren antes de llegar a mí, y que cuerdas y cadenas se disuelvan si intentan atarme.
Jesucristo, protégeme y defiéndeme con el poder de tu Gracia Divina, y que la Virgen de Nazaret me cubra con su manto sagrado y divino, protegiéndome en todas mis tribulaciones. Que Dios, con su Misericordia Divina y gran poder, sea mi defensor contra la maldad y la persecución de mis enemigos.
¡Oh, Glorioso San Jorge! En el nombre de Dios, en el nombre de la Virgen de Nazaret y en el nombre de la falange del Divino Espíritu Santo, despliego mi escudo y vuestras poderosas armas. Defiéndeme con vuestra fuerza y grandeza del poder de mis enemigos, tanto carnales como espirituales, y que, postrados bajo las patas de vuestro fiel corcel, mis enemigos se humillen y obedezcan sin atreverse a mirarme siquiera, evitando así cualquier perjuicio.
Así sea, con el poder de Dios, de Jesús y de la falange del Divino Espíritu Santo. Amén.